LA SAETA. TEOLOGIA DEL PUEBLO ANDALUZ

 

“ Los pueblos que más cantan son los que más sufren”

 

    Esto es de una sencillez tan primitiva que nadie tiene derecho a ignorarlo. ¿A qué viene, pues, esa leyenda calumniosa hasta la imbecilidad que convierte a Andalucía en un país habitado por juglares?. A vosotros, cronistas de todos los tiempos, que habéis contribuido a disfrazar de polichinela a ese Cristo doloroso que se llama pueblo andaluz: os digo que mentís como bellacos. ¿Qué ese pueblo se pasa la vida cantando? ¿y qué? Su canto está repleto de lágrimas, y él mismo os lo dice cuando llora esta copla:

 

Si piensas que porque canto

tengo el corazón alegre,

yo soy como el ruiseñor,

que en no cantando, se muere.

 

    Comienzo con el prólogo del libro de Núñez de Prado, Cantaores  andaluces (Editorial Maucci, Barcelona, 1904) porque encierra una verdad tan grande que sólo la puede comprender aquél que sea del Sur, que sienta de verdad dentro de su ser el cante nuestro y tenga una pena que contar. Por eso, el andaluz, en Semana Santa, cuando siente la necesidad de acercarse a Dios lo hace cantando saetas y cantándolas bien, porque el que canta bien- como dijo San Agustín- está rezando dos veces.

    Hacer un estudio completo de la saeta históricamente y musicalmente es algo tan difícil como pedirle al roble que dé manzanas. Se necesitan unos conocimientos bastante elevados de teología, filosofía, historia, antropología y, sobre todo, de folklore. Mis conocimientos son algo escasos en algunas de estas disciplinas, lo que me ha supuesto cierta dificultad a la hora de plantear y organizar las ideas. No obstante, creo haber hecho un gran esfuerzo para escribir siendo fiel a lo que mi cerebro contiene y a lo que mi corazón me mande. Mis escasos y pobres conocimientos en la materia me han permitido hacer un pequeño estudio de este cante que nadie sabe donde nació, ni quienes fueron sus parientes. Lo único certero que se puede decir de la saeta es que nació y jamás morirá.

    Posiblemente habrá lectores de nuestra revista que sepan más que yo sobre el tema, pero también habrá quien sentirá una gran satisfacción al leer este escrito, ya que no todo el mundo conoce la Semana Santa ni el cante de saeta de las tierras del Sur de España.

    Para empezar, me he tenido que hacer tres preguntas que son la base de este pequeño estudio:

 

1.- ¿Quién dio nombre a la saeta?

                                               2.- ¿Cuándo nació la saeta?

     3.- ¿Cómo se mezcló con el flamenco?

 

    No se sabe exactamente quién dio nombre de saeta a este cante. Así de sencilla es la cosa. Pero tampoco se sabe quien fue el primero en llamarle saeta. Hay autores flamencólogos que dan hipótesis más o menos acertadas sobre su nombre, su origen y su carácter, pero son tan inverosímiles y tan llenas de interrogantes, que no pueden ser acertadas. El nombre saeta se sabe que proviene del latin sagitta, y el Diccionario de la Real Academia Española (R.A.E) la define como “flecha, dardo o arma arrojadiza que se dispara”. No obstante, el mismo diccionario añade otras dos definiciones más: “Copla breve que se canta en las iglesias y en las calles durante ciertas solemnidades religiosas”  y “copla breve  y desgarradora que se canta principalmente en Andalucía antes los pasos de Semana Santa”. La segunda definición de saeta la dio la R.A.E. en el año 1803 ya que desde el siglo XVII los frailes franciscanos y los capuchinos llamaban saeta a las letrillas y los cantos que ellos empleaban en sus procesiones de penitencia. La tercera definición del nombre saeta es reciente motivado por la aparición de este cante dentro del mundo flamenco.

    Hay libros escritos por Fray Diego de Cádiz –El Apóstol de Andalucía- que nació en Cádiz en 1743 y murió en Ronda (Málaga) en 1801 dejando una producción literaria sobre el tema muy extensa. Es de destacar, además, la figura de Fray Diego de Valencina, Ambrosio de Valencina (1859-1914), nacido en la localidad de Valencina (Sevilla), religioso capuchino y escritor ascético. Finalmente, he de mencionar a Fray Isidoro de Sevilla (1662-1750), religioso capuchino de la familia de los Condes de Cantillana, nacido en Sevilla.

    En las obras de estos religiosos se recogen vivencias y letrillas en torno a la saeta. Como ya cité anteriormente, los frailes franciscanos y capuchinos en los siglos XVI y XVII cantaban en sus procesiones saetas, jaculatorias o saetas penetrantes, para despertar del sueño del vicio a los pecadores, a los que alentaban a que se unieran a la procesión para conseguir el perdón divino:

 

“De parte de Dios te aviso que trates de confesarte, si no quieres condenarte”

 

En este sentido, Fray Isidoro de Sevilla escribe en el año 1741 lo siguiente:

 

“...iban descalzos, la mirada hacia el suelo, mortificado el semblante, de modo que cada uno parecía una pobrísima imagen del seráfico franciscano. Uno llevaba la sacrosanta imagen del Crucificado Redentor, otros una campanilla que tocaba pausadamente, que alternaba con una voz clamorosa, echando –saetas penetrantes- de suerte que todo su conjunto componía un espectáculo  que podía mover los corazones más duro”.

 

    Fray Diego de Valencina es el más exaltado defensor de la tesis de que la saeta procede de los antiguos cantos procesionales  cristianos, y su fundamento se basa en los siguientes puntos básicos:

 

1º.- Que estos cantos se realizan “ad libitum”.

                                   2º.- En la tradición interrumpida.

      3º.- Que la saeta como cante popular tuvo el mismo

      origen que los cantos populares: el pueblo. 

 

    Frente a esta teoría sobre el origen de la saeta hay investigadores que aseguran que la saeta tiene descendencia árabe, mientras otros aducen que se derivan de los cantos sinagogales judíos. Como se observa, aquí tampoco se sabe nada con certeza sobre la génesis musical de la saeta y su etimología.

    El emir Rahman Jizari Ibn-Kutayar nos afirma que el origen de la música y metro de estos sentimentales cantares hay buscarlo en los almuédanos de las mezquitas de Córdoba, Granada y Málaga, en sus pregones convocando a la oración.

 

    Gil Benumeya dice haber escuchado en Kairuna (Túnez) a un almuédano de Nazaret cantar por la noche en el Ramadán un cantar semejante a la saeta antigua, algo parecido a lo que se canta en la ciudad cordobesa de Puente Genil.

    La teoría judía se basa en la música litúrgica de los hebreos, por sus antecedentes directos con las salmodias cristianas. Hay quien asegura que en las sinagogas de Kiew (Rusia) se entonan unos cantos que tienen semejanzas con las saetas antiguas.

    Medina Azara –Máximo José Khan-, escritor israelita, dijo que la saeta era cantada por los cristianos nuevos –judíos recién conversos- para aumentar la poca confianza que puso la Iglesia en su cristiandad (Cuando la expulsión de los judíos de España, algunos optaron por convertirse a la religión cristiana antes de marchar al exilio).

    Rafael Manzano, en su libro El cante jondo, recoge la misma teoría que hace Medina Azara de la saeta, que la hace derivar de la terrible composición del “Kol Nidrey”, rezo mediante el cual los sefarditas –judíos españoles- suplican a Dios les anule el juramento prestado a la Iglesia Católica. Llega un momento en que la saeta deja de ser árabe, de ser judía, y parte todos los lazos que la unieran a los dramas sacros para pasar a los labios del pueblo que canta en la Semana Santa al Divino Redentor y su madre, la Virgen María. Según la teoría del compositor Hipólito Rossy, la divulgación de la saeta fue allá por los años 15 al 20 de nuestro siglo, y su creador fue Manuel Centeno, cantaor flamenco. Teoría absolutamente equivocada al existir pruebas documentales que atestiguan todo lo contrario.

    A continuación citaré, por orden cronológico, tres pruebas que muestran que lo que se escribió a principios de este siglo eran solamente versiones orales de algunos investigadores, que no están basadas en fundamentos sólidos.

    La primera prueba es que Fray Diego de Valencina, en su libro; “Historia documentada de la saeta y los campanilleros y el rosario de la aurora” argumenta que la saeta pierde carácter cuando allá por el año 1854 sufre un proceso de aflamencamiento.

    La segunda prueba atestigua que en Cádiz, tierra natal de Enrique el Mellizo, y a finales del siglo XIX, fue este cantaor gaditano quien inició en la “Tacita de Plata” –nombre con  el que se conoce popularmente a Cádiz en casi toda España- la costumbre de cantarle a las imágenes que procesionaban por las calles en Semana Santa, cuando pasaban frente a su domicilio. Cuentan de la aglomeración de público ante la casa del gran cantaor, en la esquina de la calle Botica con la del Mirador, famosa calle del Barrio Santa María que me trae vivencias de mi juventud. Allí, las gentes retenían el paso del Nazareno o el de su Madre, por obra y gracia de sus extraordinarios cantes.

    La tercera y última prueba data de 1904, cuando la casa Odeón publicó una placa de la Serrana –cantaora jerezana- que contenía ya un cante por saeta. Como la cantaora por aquellos tiempos tenía más de medio siglo, habrá que convenir que no grabaría “novedades” sino lo que formaba parte de su inventario y su legado musical.

    Del creador o creadores de la saeta nada se sabe con certeza. Algunos escritos señalan y citan a Enrique Jiménez Fernández (1848-1906), apodado Enrique el Mellizo, como uno de sus primeros intérpretes, con algunos miembros de su familia. Teóricamente, los que dicen que Enrique el Mellizo fue el creador de la saeta flamenca, tienen algo o mucho de razón. Y con toda esta información he elaborado mi propia teoría acerca del origen de la saeta, teoría que voy a exponer brevemente a continuación.

    Fray Diego de Valencina dice en su libro que en 1854 la saeta sufre un proceso de aflamencamiento. Por aquel entonces, el Mellizo tenía ya seis años y, probablemente, escuchó esos cantes que fue almacenando hasta que pasó su niñez. Al llegar a la edad de sus primeras fases del cante dio a conocer lo que tenía dentro de su ser, siendo sus familiares los primeros en recoger ese caudal de música que salía de su sabia garganta.         De sus familiares, los cantes del Mellizo pasaron al pueblo y ese pueblo –gitanos y payos- cantó todo lo que aquel célebre dio a la historia del cante por saeta.

    La saeta se sigue cantando en toda Andalucía, e incluso la saeta antigua se canta en algunos puntos de esta tierra del Sur. Cabría una última cuestión importantisima para entender este cante en todo su sentido:

 

 ¿Cuál es la cuna de la saeta?  Cádiz...Jerez...Málaga...Córdoba...Sevilla... .

 

    Entre los historiadores y flamencólogos que sitúan el lugar de origen de la saeta en Jerez se encuentra el cantaor Antonio Mairena. En cambio, hay quien cree que posiblemente llegaron hasta Jerez los ecos de los cantes saeteros de Enrique el Mellizo desde la bella capital gaditana. Ello parece indicar que la saeta nació en Cádiz, llegó a Jerez y de aquí viajó hasta la capital sevillana.

    La forma musical de la saeta resulta algo confusa, ya que ha recogido compases de muchos cantes. Hay saetas por siguiriyas, por martinetes, por soleares, polos, cañas y carceleras, éstas carceleras con el estilo propio de los presos de Cádiz, que cantaban a las imágenes en los desfiles procesionales cuando pasaban ante la cárcel. En mi juventud, yo solía escuchar estas saetas carceleras, pues la cárcel se encontraba a dos minutos del Barrio Santa María donde yo vivía. Se daba el caso de que, para los presos de delitos leves o comunes, el preso que mejor cantara la saeta salía en libertad.

    Sobre el origen musical y flamenco, dijo en cierta ocasión Antonio Mairena que “la saeta nunca fue un cante flamenco, ni tuvo tal cuerpo musical ni literario. A principios de siglo llegó a Sevilla una forma sencilla del cante de Jerez que se empezó a llamar –saeta por seguiriya- “.  Su creador, según algunos, fue el Mellizo en Cádiz y no en Jerez, como afirma Mairena. Pero en Jerez, Manuel Torre hace una maravillosa saeta por seguiriya con toda la fantasía que este gitano tenía cuando el duende se apoderaba de él.

    Manuel Torre tuvo mucha influencia de Enrique el Mellizo en sus cantes. El Torre hizo el servicio militar en Cádiz, en los cuarteles de Santa Elena, muy cerquita de la casa de el Mellizo, que frecuentaba casi a diario, haciéndose amigo íntimo de sus hijos, a los que trataba como hermanos. Y no sería tan sencilla su forma, como dijo Mairena, cuando él mismo más tarde grabó una clásica saeta jerezana igual a la de Manuel Torre. 

    Intérpretes que dieron fama a este cante hay muchos, una lista de todos ellos sería interminable, así que voy a nombrar sólo a los más sobresalientes: Cádiz con el Mellizo, Jerez con Manuel Torre, Málaga con Joaquin Vargas (El Cojo de Málaga), y Sevilla con Manuel Centeno. Famosos fueron también Don Antonio  Chacón, La Niña de los Peines, su hermano Tomás Pavón, Pepe Pinto, Medina el Viejo, Niña de la Alfalfa, y el Gloria de Jerez.

    A continuación, voy a dar a conocer unas saetas que fueron famosas en sus días y que se cantan todavía en Semana Santa en casi todas las capitales andaluzas.

 

       La corona del Señor                                         Ni por dulce ni por buena

       no es de rosa ni claveles,                                 es comparable la miel

       que es de junquillo merino                              con tu dulzura morena,

       que le traspasa la siene,                                   si se compara la hiel

       a ese Cordero Divino.                                     con lo amargo de tu pena.   

 

       En la reja de la cárcel (1)                                Todas las madres tienen penas

       al pasar el Nazareno                                       pero la tuya es mayor

       le dije: ¡Jesús del alma!                                  porque lo lleva dentro

       y al instante quedé asuerto.                             al Divino Redentor.  

 

(1)   Esta saeta es una de las que se cantaban en la cárcel de Cádiz al pasar el Nazareno delante de ella, como ya cité ante.

 

 Se rompió el velo del templo,                          ¿Dónde vas paloma blanca,

 sol y luna se eclisó;                                          con ese vuelo tan sereno?

 temblaron los elementos                                  voy a quitarle los clavos

 cuando expiró el Redentor.                              a Jesús el Nazareno.     

 

    Para terminar, voy a dar a conocer la historia de la mejor saeta que se ha cantado en Sevilla:

 

    ...Fue una mañana de Viernes Santo, Manuel Torre está en el balcón del ganadero Don Eduardo Miura y, al aparecer en la calle el paso de la Sentecía, él, en tensión los nervios, apretando los hierros de la baranda, la voz densa, un poco nasal, recibe a la imagen con la mejor saeta que se ha cantado en Sevilla. Cuando cierra el pellizco del último ¡ay!, la gente que asiste pasmada al acontecimiento no aplaude ni vitorea. Todos sacan los pañuelos en silencio, y la plaza de la Encarnación se convierte en un inmenso aletear de palomas blancas que piden una nueva saeta a aquel hombre fabuloso...

 

    Comencé con un prólogo y termino con unas líneas del libro de Angel Alvarez Caballero, Historia del cante flamenco, que dicen:

 

    “Así realmente nace la saeta grande. Es inútil que rebusquemos por entre los corales de las primeras raíces. La saeta, en toda su majestad y hondura, nace un día cualquiera por obra y arte de un gitano bronco y misterioso cuyo cante “quebraba el azogue de los espejos”, como dijo García Lorca de este cantaor inmenso.”

                                                                                                                                            

 

 

                                                                       Francisco Prat (Paco de Cái)

 

Publicado en la revista flamenca ¡anda!. Nº 9, Marzo del 1996, en Alemania.